Obelisco con punta de oro
Habrán notado que sólo uno de los dos obeliscos gemelos eregidos por Ramsés II se mantiene in situ. El otro reside en la Plaza de la Concordia en París. Dice la leyenda que las últimas palabras de la Emperatriz Josefina a Napoleón antes de que partiera hacia Egipto fueron, "Si vas a Tebas, envíame un pequeño obelisco." Sea esta historia cierta o apó crifa, en 1836 a petición de Jean-Francois Champollion (el descifrador de jeroglíficos egipcios) uno de los obeliscos gemelos fue presentado al Rey de Francia. Afortunadamente, la belleza de éste ha sido restaurada, incluyendo el piramidión de oro que forma la punta.

Los obeliscos de Luxor son cualquier cosa menos pequeños. En una tierra de monumentos colosales, estos obeliscos sobresalen entre otros de su clase, teniendo una altura de 82 pies (25 metros). Ambos fueron tallados en granito rojo y grabados con inscripciones que repiten los nombres y títulos del Gran Ramsés: "El Horus, el Toro Poderoso, el que exalta a Tebas, el Favorito de las Dos Diosas, quien establece monumentos en Luxor para su padre Amón, que lo colocó en el trono; el Horus de oro, quien busca excelentes cosas para aquél que lo creó; el Rey del Alto y Bajo Egipto, Usermaatre, Setep-enre, dotado de vida."

A lo largo de la historia faraónica fue común que el faraón reinante se apropiara de algunos de los monumentos de sus predecesores removiendo el nombre del antiguo rey e inscribiendo el suyo en una estructura remodelada o extendida. Ramsés es famoso — y en ocasiones criticado — por esto. Es una interesante reflexión acerca de la visión de futuro de este gran faraón notar que cuando el obelisco fue removido de su pedestal para ser trasladado a Francia, el shenou — o cartucho — de Ramsés fue encontrado tallado en su base. Obviamente él se aseguró de que, pasara lo que pasara con reinos futuros, estos obeliscos de granito rojo seguirían siendo siempre suyos.